lunes, septiembre 10, 2007

UN FANTASMA CON PRISA

Tan llenos de realidad estamos, que se nos olvida que desconocemos todavía los asombros que puede depararnos la no-existencia. Quizá por eso escuchamos con asombro de niño las historias de fantasmas y de cosas imposibles medidas con la vara de la ciencia, y se nos eriza la piel y un temor inusual nos sobrecoge. Por mucho que aleguemos inmunidad a los decires incitados por el fanatismo de la beatería.

Una historia de esa clase, que sonaba muy auténtica, me la contó Héctor, un amigo. Ya ni sé a cuento de qué salió en la conversación algo que le sucedió de niño. Sólo imaginar el suceso, se antoja increíble y nadie querríamos haber estado allí para vivirlo. Héctor tendría ocho años a la sazón cuando una tarde regresaba a casa de mano de su madre después de haber ido a arreglar no sé qué asunto. Su apartamento estaba en el tercer piso de un edificio viejo al que se habían mudado no hacía mucho. Aun cuando algunos recuerdos en la memoria de Héctor ya están algo desvanecidos por el tiempo, él se acuerda de un pequeño vestíbulo en la entrada, una ventana grande que dejaba entrar la luz natural y frente a ella, un ascensor ya viejo. La madre oprimió el botón para llamarlo y al abrirse la puerta automáticamente ocurrió algo tan inexplicable, que todavía logra que la mirada de Héctor evoque la perturbación que le produjo ese momento. El fantasma de un hombre sin piernas salió con violencia y sin mirarlos del ascensor elevándose por el aire, atravesando a su paso los cuerpos de Héctor y su madre, quien se desmayó por tamaña impresión. Héctor, el niño, para quien demasiadas cosas reales o no, eran muy raras todavía, alcanzó a ver que el despernado salió por la ventana en su vertiginoso viaje. Al preguntarle más detalles de esta breve experiencia sobrenatural cuenta que el fantasma, o lo que haya sido, le dejó adormecido el costado izquierdo por donde penetró para huir, eso es lo que a Héctor le pareció que hacía, velozmente por la ventana. La vestimenta del hombre era humilde, como la de un albañil, y su expresión era fría, igual que la de un muerto.

1 comentario:

spadelosviernes dijo...

Sorprendente, pero ¡qué sabemos nosotros de lo que está más allá de nuestro conocimiento!
Besos