lunes, mayo 22, 2006

LA PIÑATA DEL DIABLO


La vecindad tendría unos quince inquilinos. Como en muchas otras vecindades mexicanas, todas las puertas daban hacia un patio central donde estaban los lavaderos, los tendederos de ropa, los sanitarios y los baños. Casi todas las mujeres trabajaban en las fábricas, y por eso hasta el sábado lavaban la ropa. Ese día muy temprano, cada una llenaba dos grandes tinas con agua. En una de ellas tallaban la mugre y en la otra la enjuagaban con agua limpia. Mientras lavaban agachadas sobre el tallador, desgranaban faltas propias o ajenas, y así desahogaban los desencantos de sus mínimas vidas. El tema del día en los lavaderos era la llegada del marido de Doña Clotilde esa misma tarde. Nunca nadie lo había visto, pero se rumoraba que allá de donde venía practicaba la hechicería. Magia negra para ser más exactos. Magia para hacerles mal a otros y para conchabarse muchachitas. Por eso Doña Clotilde lo dejó allá en el pueblo y se vino para la ciudad. Se instaló en esta vecindad junto con sus hijas y nunca dijo por qué el marido no se vino con ella. Pasaron muchos años y ya cuando estaba viejo y enfermo, tal vez presagiando su fin, se arrimó a recibir ayuda y un poco de afecto – más obligado que de corazón - de su famila. ¿Quién más le iba a dar la mano si era tan malo? Cuando salió a fumar un cigarro al patio nomás llegar, las vecinas se le quedaron viendo con desconfianza y temor. Nadie quería que sus conjuros las fueran a alcanzar. Los cuchicheos cesaron, terminaron de tender la ropa en silencio y se metieron a sus casas sin dejar a los niños jugar fuera. Al final de la tarde, la ropa en los tendederos repletos ondeaba como arcoiris al viento. Las mujeres terminaron con las espaldas doloridas y las manos en carne viva por la lejía y el cloro.
Don Juan era un viejo de mirada torva y soberbia, que desentonaba con la decrepitud de su cuerpo anciano y achacoso. Una de las hijas, por piedad, lo registró en el Seguro Social y ahí empezaron a hacerle estudios. Tenían que amputarle una pierna.
Los sábados siguientes, en los lavaderos cada vez se revelaba más información. La labor detectivesca de algunas pronto dio frutos y se supo más del oficio de Don Juan. Aprendió de yerbas de su padre. De las malas también. Sabía cómo hacer limpias, sacar los malos espíritus, quitar catarros, maridos y mujeres. A las muchachas les restregaba caléndula en los párpados para hacerles ver las hadas, pero luego las restregaba en otras partes. Ya en trance, se aprovechaba de ellas. Decían que hasta llegó a envenenar a algunos con sanguinaria o dedalera.

—Ha de tener tratos con el Diablo —decía una.

—Pues no lo dudes, será mejor que ni nos acerquemos. Pobre Doña Clotilde, tan vieja y tener que lidiar con un brujo enfermo.

Desde que le cortaron la pierna derecha hasta ingle, perdió el brillo altanero de los ojos. Salía en silla de ruedas al patio a tomar el sol mientras convalecía. Las lavanderas cuchicheaban.

—Mira, de lo que le sirvió ser esclavo del Diablo. ¡Le hubiera pedido la pierna que perdió!

—Eso y más se merece por haber causado tanto mal.

El siguiente fin de semana el patio y los baños comunes de la vecindad relucían de limpios. Hasta usaron aromatizante en el agua para perfumar su pobreza. Los tendederos lucían desnudos de colores. Hubo que despejar todo para hacer espacio para colgar la piñata con figura de payaso. Era el cumpleaños de Felipe, el niño de Silvia. Por la tarde comenzó la fiesta cantando a coro Las Mañanitas. Luego Felipe apagó las cinco velitas del pastel y se repartió en trozos a todos los vecinos e invitados. Don Juan, todavía pálido por la reciente amputación, miraba con ojos de perro triste la fiesta, a los niños correr y reír. Quién iba a decir que tenía tratos con el Diablo entonces. La enorme sonrisa fría de papel de la piñata contrastaba con la de Don Juan y se balanceaba en la cuerda esperando ser castigada hasta que su vientre de barro repleto de caramelos reventara. Los golpes empezaron con los niños más pequeños formados en fila. Un hombre en cada extremo de la cuerda desde las azoteas, subían o bajaban el monigote sonriente; evitando un poco los golpes para prolongar la diversión. Los demás coreaban: "¡Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!" Todos reían y gritaban. A los niños más grandes les vendaron los ojos y éstos sí que aporreaban la piñata duro. Pero los hombres elevaban al payaso en el momento justo para evitar que la rompieran. Finalmente, le tocó el turno a un niño fornido y alto; agarró el palo y dio un tremendo porrazo sin dar tiempo a reaccionar a los de la cuerda. La pierna derecha del payaso salió volando demasiado alto para creerlo. Dio tres vueltas y cayó en los brazos de Don Juan. Se hizo un silencio total. Todos quedaron perplejos y un halo maligno impregnó el ambiente. Don Juan estaba también un poco sorprendido. Después de unos minutos que todo mundo tragó saliva, la fiesta continuó.

13 comentarios:

spadelosviernes dijo...

¿Cómo continúa, por favor? Porque si no lo cuentas tendré que empezar a imaginar todo tipo de historias y seguro que no son las adecuadas.
Abrazos

Maquila Donna dijo...

De eso se trata, de que el lector use su imaginación para terminar la historia. Es posible que Don Juan muera poco después debido a su enfermedad. La burla que le hizo el Diablo no fue más que eso. Nada podía hacer por él.

Perdona los símbolos que continúan apareciendo. Son horribles. Ya pedí ayuda en blogger a ver si los puedo eliminar.

Abrazos.

Anónimo dijo...

offtopic:

Hola, vengo del foro de google.
El problema es que hay un "tag" mal puesto. Ve a tu template y debajo del titulo tienes:

Hola! Ve al template y observa que debajo del titulo tienes un:

<li><a href="

Eso esta causando el problema. Bórralo.

saludos
Mario

efvilha dijo...

Olá!
Belo conto.
O final de um bom conto é assim mesmo, nos deixa em suspense.
Escreves bem. Pena que somente sei ler e compreender o teu idioma, por isso faço este comentário na minha língua. Perdoa-me por isso
Gostei de visitar o teu blog, e podes ter certeza de que já está entre os meus favoritos.
Um cordial é virtual abraço, desde aqui do Brasil, a ti e a teus amigos.
http://sonetosesonatas.blogspot.com
Evaristo

Anónimo dijo...

offtopic:

tiene que republicar TODO el blog, porque en las paginas individuales sige estando ese link mal puesto ;)

saludos!
Mario

Anónimo dijo...

Me gustó mucho este cuento sobre un colega mío :-)))

Vivero dijo...

Yo necesito menos imaginación que Spade, porque puedo cantar, letra y música, lo de "dale, dale, dale/no pierdas el tino/porque si lo pierdes/pierdes el camino". Ya te enseñaré la tonada, Spade. Y puedo imaginar que alguien, después, cantó otra, por ejemplo: "¡ándale cuate/no te dilates/con la canasta de los cacahuates!".

El cuento es un arte hispanoamericano (¿dónde habré dejado el libro de Seymour Menton?): Rulfo, Horacio Quiroga, Borges, García Márquez, Elpidia García, etc.

Abrazos

Aristóteles dijo...

Una historia del 23 de mayo del 2006, es decir, real y actual.

Yo me quedo con mi propia reflexión... je, je.

Gracias por la leyenda azteca del águila y el nopal. La guarde en mi pc.

¡Arriba el norte!

Anónimo dijo...

Mario, el problema quedó corregido definitivamente. Nosé que hubiera hecho sin tu ayuda. Gracias mil.

Evaristo, yo tampoco sé portugués, pero te aseguro que comprendo casi exactamente lo que dices. ¿No es maravilloso que podamos comunicarnos a través de este medio? Tienes un blog estupendo.
Abrazos.

Brujo, te juro que no es nada personal. Ja ja!

Abrazos.

Vivero, tienes que decirme un día dónde aprendiste tanto sobre los mexicanos. Es claro que después todos continuaron la cancioncilla cuando la burla del diablo contra el brujo terminó. ¿Qué haría sin amigos como tú que halagan mi vanidad sin merecerlo?

Abrazos.

Aristóteles, ojalá contaras esa reflexión. ¿Tu risa alude a algún final sorprendente? Me gustaría conocerlo.
Te aseguro que yo tampoco había leído la leyenda, por eso me pareció interesante colgarla.
Abrazos.
Abrazos.

Aristóteles dijo...

No es ninguna reflexión "especial", sino pues,... son casos que suceden en la vida real, y más que nada porque tocas el tema de la maldad ¡Que cosas ¿no?!

Más abrazos.

microman dijo...

hola pues por aqui de paso leyendola. saludos. pase por aqui no me tengan miedo

Anónimo dijo...

Las ironías de la vida, Elpidia. Buena historia. Abrazo.

Eduardo dijo...

ah me gusto esa historia, muy buena