martes, mayo 09, 2006

MI VIDA EN JUÁREZ

Texto ganador de una mención honorífica en el Certamen Mi Vida en Juárez - Abril 2006 Da un click en la imagen para agrandarla

Después de leer el diario del domingo me quedo con la idea de que Juárez es un eructo pestilente, una cloaca que recibe las inmundicias de muchos desagües y me pregunto hasta dónde su corrosión ha penetrado en mi espíritu.

Apenas amanece y después de un café enciendo el viejo carro y enfilo hacia el Poniente. Es una mañana clara y aunque no ha terminado el invierno, no hace frío. Los vientos de los días pasados se llevaron la espesa capa ennegrecida de humo, por eso puedo ver claramente los contornos grises de los cerros. A la izquierda está el Cerro Bola y junto a él, el que le dicen Cerro del Águila y a su derecha, uno más que no sé si tenga nombre. Su cima achatada se ve aun mejor que las de los otros y se distinguen las casitas salpicadas hasta la mitad de su altura. Su letrero “LA BIBLIA ES LA VERDAD, LÉELA” en gigantescas letras blancas se lee desde cualquier punto aunque no quiera uno. Es feo, y delata la ingenuidad de quienes a falta de esperanzas fincadas en bases reales, apaciguan sus temores y anclan sus sueños en la invisibilidad de su fe.

Hoy me levanté con el impulso de hacer un recorrido por los lugares que me traen recuerdos para hacer un breve repaso de mi vida en esta ciudad, como volver atrás las páginas de un libro para intentar aprehender la esencia de lo leído. Por eso subí al carro y aquí voy, esquivando el nervioso tráfico de las ocho de la mañana. Ciudad Juárez ha moldeado mi ánimo y me ha dejado un regusto amargo. Creo que en parte es por la aridez de la tierra que cada año se levanta en airadas tolvaneras que pueden durar semanas. El viento entonces se adueña de todas las flautas y sopla una melodía inquietante mientras la arena penetra en los intersticios cubriendo todo y dejando un paisaje lunar. Por eso en el juego de naipes de mis sueños, a veces aparece uno que me lleva a ese paraje solitario donde sólo me acompaña el ulular triste del viento. En parte también es porque Juárez es una encrucijada donde se arremolinan demasiadas ambiciones, como una alcantarilla donde abundan alimañas que se aniquilan unas a otras. Enterarse a diario de las muertes de la vorágine de este lugar no es música para el alma.

Por fin llego a una de las colonias donde viví en mi infancia cerca del Panteón Tepeyac. La casa estaba sólo a pocos metros del panteón y por eso mis hermanos y yo jugábamos entre las tumbas. Yo me ponía a leer los nombres y los epitafios en las lápidas y me gustaba recorrerlas todas para ver cuál era más bonita. Algunas tenían fotografías de los que habían muerto y me entretenía viéndolas. Si la imagen parece lúgubre, entonces a mí no me lo parecía. A los siete años la muerte no tiene un significado preciso. De hecho, quizás fue la época que más disfruté la fantasía de ser niña. También jugábamos en La Piedrera, muy cerca del panteón. La Piedrera era un molino de piedra a donde llevaban rocas grandes de todos colores y texturas para partirlos en trozos más pequeños según los pedidos de los clientes. Alrededor del molino había montículos rojos, blancos, amarillos y era divertido subirse a ellos y tener la sensación de estar en las alturas; o jugar a las escondidas alrededor de las pequeñas montañas. Un disco de fierro abandonado, con el eje clavado en la tierra - tal vez en otros tiempos parte de la maquinaria del molino - nos servía como tiovivo al que mientras uno hacía girar, otro se sentaba en él para dar vueltas y más vueltas hasta marearnos y reír como pequeños ebrios de alegría.

¿Cuándo se acabó la fantasía que me hizo enfrentar una realidad para la que no estaba preparada? ¿Será tal vez cuando fui con mi madre al centro y al dar la vuelta en una esquina una imagen me estremeció? Ahí, sentado sobre un trozo de cobija estaba un hombre cuya parte superior del cuerpo era normal, pero sus piernas, que se convulsionaban sin control y descubiertas a propósito para despertar compasión, eran del tamaño de las de un bebé. Pedía limosna con una lata en la mano. Después del susto pregunté a mi madre y me dijo que había personas así en el mundo. Entonces supe que existía el sufrimiento, la pobreza, la deformidad y sentí que una parte de mi inocencia escapaba para siempre. ¿O será cuando mi padre abandonó el hogar dejándonos a mi madre y siete hermanos a la deriva? De ahí en adelante la miseria se apoderó de nosotros como una ladrona y ya no se apartó hasta que nos torturó las entrañas con el hambre y dejó que el invierno nos helara los cuerpos y las almas. Todo eso nos dejó marcas como de estigma y yo nunca más volví a disfrutar la infancia.

Pensando en estas cosas no me di cuenta que la luz verde del semáforo encendió y el de atrás lanzó un insulto a mi madre. Tomo la Avenida Insurgentes hasta la Avenida de la Raza, después la Juárez-Porvenir para entrar al Parque Industrial Bermúdez y paso por la primera maquila en que trabajé cuando cumplí los quince. A esa edad no es fácil acostumbrarse a una jornada de trabajo completa y a la disciplina de un horario. Detengo el carro y miro el edificio que me trae recuerdos de otros tiempos más difíciles. Adentro pasé muchos años de mi vida. Suena un timbre y salen los obreros a desayunar, la mayoría son muy jóvenes y ya llevan el peso de una dura responsabilidad. Muchos de ellos ya son padres o madres y eso complica aun más la vida.

Trabajé en maquiladoras treinta años. Las cosas para los obreros han mejorado en todo este tiempo. Ahora hay autobuses que van a todas las colonias – no como antes - y uno puede ver a las horas de entrada y salida de los trabajadores cientos de autobuses multicolores en procesión hacia los parques industriales acelerando para llegar a tiempo. El chirriante barritar de sus frenos desvencijados se deja escuchar cada vez que la luz de los semáforos se pone en rojo. En el centro, miles de trabajadores con batas de trabajo de colores también, que las empresas les dan para diferenciar sus puestos, se arremolinan como hormigas para subir o se desperdigan en desbandada al bajar de los autobuses.

La maquila logró que mi economía mejorara hasta que la empresa quebró y para no pagar las indemnizaciones de acuerdo a la ley, inventaron razones para despedir a todo el personal. Fue un golpe bajo. No nos pagaron ni la última semana trabajada. Creímos que una demanda en la Junta de Conciliación arreglaría el problema pronto, pero eso de que la Junta es una institución que proteje a los trabajadores es una falacia. Por lo que he podido comprobar, no es más que una oficina tramitadora de los juicios laborales. De pronto me encontré en la calle con una edad que no cumple los criterios de contratación de las maquilas, que te condena a una pensión raquítica y a pasar de hábil empleado, a vendedor de burros o de productos Avon. Doy una vuelta más por el parque mientras las volutas de mis recuerdos hacen círculos y se elevan hasta desaparecer.

De camino al Centro por la Avenida Ribereño volteo hacia el Bravo, en otros tiempos de aguas caudalosas y protagonista de películas del Oeste. Allí donde miles de mexicanos de todo el país se cruzan arriesgando la vida todos los días. Ese río que ya no es, es el culpable de la maldad que nos invade, la tenue línea que nos separa del otro mundo que es mejor y a donde todos quieren irse: a trabajar, a vender drogas, a huir, a conseguir papeles de americano, unos llevan, otros traen y muchos mueren en el intento. Me viene a la memoria esa vieja canción de un grupo local: “Ahí yo me moriré, a la orilla del río…”

Recorro las calles hasta llegar al mercado en el centro. ¡Qué bullicio! Los olores de muchas comidas mezcladas con los olores del drenaje y del smog flotan, hieren las fosas nasales y llegan revueltos como amasijo a mi estómago vacío hasta provocar náuseas. La gente cruza descuidadamente y la plaza frente a la catedral está inundada de todo tipo de personajes: los que piden o venden algo, los que pasan, los que miran, los que tienen la cabeza baja, los que sólo están por estar. Con los años y los nuevos centros comerciales, el antiguo centro se desmorona como un viejo abandonado a su suerte.

Mientras tomo la Vicente Guerrero en dirección Oriente para regresar a casa pienso que no todo lo que la vida en la frontera me ha dejado es malo con todo y su hervidero de problemas. El puñado de los valores más importantes que me inculcaron mi madre y algunos de mis maestros me acorazaron para aguantar las embestidas de la vida a pesar de la descomposición que me rodeaba. Los sinsabores personales han sido compensados por tiempos breves pero intensos y plenos de felicidad. La disciplina de un trabajo duro y las cosas que aprendí me hicieron luchar por mejores puestos y me prepararon para competir. A pesar de las terribles pérdidas de mujeres, hombres y niños por la violencia familiar, la ignorancia, el narcotráfico, la drogadicción, el alcoholismo, la inseguridad, la impunidad, o todo ello, puedo ver a través de la niebla a aquellos que como yo luchan todos los días por dignificar su existencia y valoro a los juarenses que intentan permanecer erguidos con la cabeza fuera de la mierda.

11 comentarios:

spadelosviernes dijo...

Quiero transmitirte mi más cordial felicitación por tu escrito, y decirte que comparto plenamente el comentario final. La cabeza levantada, lo aprendido en casa y el bien hacer siempre recompensan.
Un abrazo

Sovka dijo...

ERES UNA MAESTRA DE LA CRÓNICA; TUS LETRAS SIEMPRE ME SORPRENDEN.

UN ABRAZO DESDE COAHUILA.

nihnahades dijo...

Querida Elpidia, mi sincera felicitaci'on por la menci'on a tu escrito, eres una cronista innata, un oficio tan noble como lo puede ser un artesano o zapatero, oficios que no obtienen recomensa ya, pero al fin y al cabo trabajo honesto....

Por poco tiempo me alegro,
por breve lapso vive feliz
mi corazón en la tierra.
En tanto yo exista, yo, Yoyontzin,
anhelo las flores,
una a una las recojo,
aquí donde vivimos.
Canto de Nezahualc'oyotl

"Tendré sólo para tí éste día de feroces tristes condenados", asi me senti, cuando pase 20 dias en Nuevo laredo, antes de cruzar la frontera bipolar, tratando de hilar frases, como si yo estuviera fuera de esa c'apsula espinosa... Me atrevo a decir, citando a Don Melon.. gracias a que soy de un lugar agresivo y violento, por citar mi ambiente en el D.F
percibi similar pesadumbre .....

{recuerdo tambien cuando empeze a trabajar aca, y citar lugares y mi "lugar" me miran con recelo, cierto es que ando a la defensiva}

Los días
Los pasos
Las tentaciones del desierto

Pero las ofrendas al destierro
el exilio para el alma

varias noches de insomnio en la frontera me hicieron pensar
que toda frontera es una zona baldía y luego recordaba que entre palabra y palabra hay un espacio vacío. Sin esa breve tierra de nadie las palabras perderían todo su sentido. .. ese espacio lo llenas, lo llenan letras ansiosas, maquila de palabras, frontera sangrante..
imagenes que me dejan pensando..en esta, nuestra, mia tuya, nacion desgarrada aqui y alla....

elpidia un abrazo...
llevo en mi mente la frase que me regalaste haciendo alusion al hades de mi imagen..
mi barca y el Paricutin...
de echo estoy con el mismo concepto aqui...
http://delinstanteqpersigo.blogspot.com

y
http://nihnahadessansiadentro.blogspot.com

Anónimo dijo...

Qué fuerza, por Dios, la de este relato. Gran vigor en la entrada y encantador desplante -al mismo tiempo honda reflexión- con que rematas la historia. Me sorprendió el episodio del alegre juego infantil en el cementerio. Creo que tú ganaste. Abrazo.

Anónimo dijo...

Eso merece el primer premio. Es una crónica que "engancha". Tus lectores queremos más. Sigue escribiendo.

Un abrazo

Pixie dijo...

Epidia your writing is always so beautiful.However what I really like about you is that you write about things that happen in your world, in your life and have a meaning to you.
It is always nice to read your articles because you convey your warmth and sensitivity.Everytime you describe something I can picture it in my brain and most importantly you make me actively think.

GEMÓ! dijo...

Elpidia ... te escribo desde Juarez, metido en hondas reflexiones luego de leerte y releerte... me has reinsertado a esta realidad, de donde a diario escapamos a través de cualquier pretexto y bajo cualquier medio.. leerte obliga, sin duda, a regresar y reconocer esta realidad... no dejes de escribir... tu fiel lector GeMó!

Anónimo dijo...

Merecida la mención honorífica, es un buen texto.

Maquila Donna dijo...

Spa de los viernes: Por dura que sea la vida, no podemos permitir que nos apabulle. Eso quise transmitir. Abrazos.

Don Melón, hay que recordar que Juárez también produce hombres y mujeres valiosos. Tú entre ellos. Un joven brillante y talentoso que puede contribuir a una transformación que traspase las barreras de la ignominia.
Abrazotes.

Qué va! Sovka. Eso quisiera yo. Gracias por el comentario amable e inmerecido.
Abrazos para ti.

Niña Hades, qué hermoso poema de Netzahualcóyotl! Te dedico este yo a ti de Tecayehuatzin sobre la amistad:
"Cual pluma de quetzal, fragante flor,
la amistad se estremece:
como plumas de garza en galas se entreteje.
Una ave que rumora cual cascabel es nuestro canto:
!qué hermoso lo entonáis!
Aquí, entre flores que nos forman valla,
entre ramas floridas los estáis cantando."
Prometo visitarte en ese blog nuevo.
Abrazos.

Julio, los escenarios de juego que la vida nos impone cuando niños nos marcan de tal modo que influyen en nuestro espíritu adulto. El mío, estuvo marcado por la presencia de la muerte, una imagen que ya me es familiar.
Te aseguro que hubo textos mucho mejores que el mío, que escribí de prisa y corriendo.
Muchos abrazos.

Gracias Brujo. No sabes lo que me estimulan los comentarios de un escritor de verdad.
Abrazos.

Dear Pixie, your comments are always so encouraging. I´m glad you like the way I write.
Kisses.

Gemó, quién como un juarense para sentir en carne propia estos sentimientos de impotencia de vivir en esta parte del mundo. Eso es lo que anhelo lograr de mis lectores: empatía con ese caudal de emociones.

Abrazos amigos.

Anónimo dijo...

En ocasiones como hoy me llama la atención la manera en que la gente se refiere a Ciudad Juárez, usualmente ni me fijo pero hoy que llegué a la ciudad después de unas vacaciones me puse a leer en varios espacios y la verdad no entiendo esa forma tan dramática, drástica y pesimista de ver a esta ciudad.
Aunque no soy nativo de aquí, tengo más que agradecer que quejarme de este espacio en el desierto tanto así que en ocasiones deseo correr a todos los que llegan aquí de otras ciudades y que a pesar de mejorar su condición de vida jamás se integran a la ciudad y la desquician, la ensucian y la ofenden tan peyorativamente que sorprende.

No soy rico, pero gracias al trabajo y a las oportunidades que esta ciudad nos brinda vivo bien, a gusto y en paz.

Saludos

Maquila Donna dijo...

Gracias por leer mi texto. Estoy de acuerdo contigo en cuanto a que hay que tener una actitud positiva para valorar y vivir la vida en esta ciudad. Sin embargo, mis reflexiones tienden a ser críticas porque considero que una sociedad que se autocritica, tiene posibilidades de mejorar sus fallas. La vida de mucha gente aquí no es tan afortunada como lo has sido tú, y el amor que le tengamos al terruño no debe ser causa de que ocultemos su lado oscuro.

Un saludo afectuoso.