El martes 6 de Noviembre del 2001, una noticia conmovió al mundo. Los cadáveres de ocho mujeres jóvenes aparecieron en un descampado de Ciudad Juárez con evidencias, se supo después, de tortura de índole sexual. Muchas otras mujeres habían sido asesinadas con crueldad antes que ellas, y muchas más lo serían después, hasta sumar cerca de cuatrocientas, cuando menos hasta el 2005. Las formas que usaron los victimarios para matar a muchas de las jóvenes y la impunidad que hasta la fecha rodea los crímenes, han sido causa de estudio de especialistas y han desatado un clamor generalizado por justicia de las voces críticas del mundo.
A pesar de la lamentable cascada de asesinatos que van en aumento en esta frontera, si hay unos muertos que duelen y nunca dejaremos de recordar, son estas mujeres pobres cuya vulnerabilidad las hizo víctimas de malignos y execrables intereses. Muchas de ellas, como Claudia Ivette González, encontrada en ese descampado, llegó tarde dos minutos a la fábrica, por lo que no la dejaron entrar. Nunca más volvería a su hogar.
El 2 de Noviembre se conmemora a los muertos en México con las llamadas ofrendas, en las que se les reza, canta y llora, además de ofrecerles una pequeña muestra de lo que éstos disfrutaban en vida. Nuestros muertos ya son tantos, que toda Ciudad Juárez es ya un cementerio y los que quedamos vivos, llevamos duelo constante.
La ofrenda para nuestras muertas debería ser de justicia, de llevar en la memoria estos hechos. Yo imagino que mientras comprendían su destino a manos de sus verdugos, desearon fervientemente que recibieran castigo en la misma medida del crimen que cometieron contra ellas. Esto no ha sucedido. Como no se ha cumplido tampoco la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuyo plazo vence el 10 de Diciembre, con lo que el Estado Mexicano evidencia su profundo desprecio e indiferencia de cara a su responsabilidad hacia la sociedad mexicana, sus mujeres y las leyes. Ocho mujeres muertas le recordarán siempre la deuda que tiene con ellas y que no se saldará hasta que los asesinos sean enjuiciados y apartados permanentemente de la sociedad que desea vivir en paz.
Esta es mi ofrenda para Esmeralda Herrera Monreal, Laura Berenice Ramos Monárrez, Claudia Ivette González, María de los Ángeles Acosta Ramírez, Mayra Juliana Reyes Solís, Merlín Elizabeth Rodríguez Sáenz, María Rocina Galicia, y una mujer no identificada.
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