Había estado manteniendo los dedos cruzados por que la ola violenta y roja que se nos echó encima sin saber muy bien cómo ni cuándo, no llegara a los trabajadores de las maquilas. De igual forma que esperaba que las balas con un nombre en la punta no alcanzaran a los niños, a los que cruzaban la calle, a las mujeres esperando un hijo. Hubiera deseado que las mujeres no se hubieran llenado las manos de sangre por dos mil pesos. Y que la muerte no se repartiera como granos de arroz en una boda o semillas en el campo.
Hubiera hasta rezado porque nadie gozara con regodearse con la agonía; que la muerte, ya que se empeña, llegara expedita, sin dramatismo.
Pero ni que la muerte la repartieran sólo los hombres. Ni que los asesinos se detuvieran a pedir credenciales, comprobantes de edad o pruebas de embarazo. Aquí la muerte no hace concesiones. Se desgrana ya sin mirar, sin odio ni emociones. Desde cinco centímetros a un metro noventa somos todos elegibles. Si no para morir, para ser secuestrado, para que alguien se quede con el botín de lo que traigas en tus cuentas. Veinte pesos o veinte mil, no importa, tarde o temprano alguien tocará a tu puerta, llamará a tu teléfono exigiendo, amenazando. Si para morir, la variedad es infinita. Según el verdugo, el tiempo y las formas para quitarte la vida.
Se han puesto armas en manos de miserables para matar miserables casi siempre. Alguien dice dispara, si no lo conoces no sentirás nada. La muerte sin odio se vuelve absurda, descabellada.
Los sicarios ahora disparan a trabajadores que ganan sesenta y siete pesos diarios cuando van de regreso a casa. No van tras ellos, pero es igual. La muerte así es, no tiene motivo, elige a las víctimas en una lotería. Y se extiende como una mancha roja.
Había cruzado los dedos, pero no funcionó.
Diario de Juárez 10/2872010: Rafaguean camiones de transporte de personal. Hay cuatro muertos.
2 comentarios:
queridísima Elpidia, no puedo decir nada, sólo un fuerte abrazo y unas tímidas palabras de ánimo para que a pesar de tanto dolor nos sigas contando.
El gobierno está próximo a desbandar algunas organizaciones del crimen y esa violencia cobarde de los sicarios ya son patadas de ahogado...pero sí, el miedo persiste.
Habrá una gran lucha final y luego habrá calma por varios años.
Que Dios nos ampare.
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