domingo, septiembre 18, 2005

UN DIA EN LA VIDA DE TOÑITA


Suena el despertador y Toñita despierta con un sobresalto. A las tres de la mañana el sueño es profundo y sacarte de allí es como encontrarte en el fondo de un pozo oscuro y de pronto ser succionado hacia arriba con rapidez vertiginosa, tanta, que al despertar, el corazón late con la misma fuerza con la que fuiste jalado. Toñita cierra unos segundos los ojos, como para recuperarse de la impresión, pero los vuelve a abrir casi con pánico de volverse a quedar dormida, hay tanto qué hacer... Luego de levantarse se asoma por la ventana y comprueba que el paisaje es el mismo, oscuro y silencioso. Mientras su mirada recorre la calle se permite albergar una ilusión: algún día dormir hasta que los rayos del sol le lastimen los ojos, sin despertador, sin la preocupación de levantarse para ir a la maquila, recordar su último sueño de la noche desperezándose en la cama... Desde la tarde anterior y en cuanto llegó del trabajo, Toñita preparó los diferentes guisos y las tortillas de harina de trigo para los burritos que vendería en la maquila antes de que sonara el timbre de entrada, pero ahora había que preparar los sesenta burritos, diez de cada tipo: de chiles rellenos, de carne con chile colorado, de chile verde, de mole, de chicharrón y de huevo con frijoles.

Después de ducharse, con rapidez y destreza empieza la rutina de rellenar y doblar la tortilla para luego envolver cada burrito con papel encerado. Los acomoda en una hielera y termina de arreglarse para llegar a la maquila cuando menos media hora antes de las seis para venderlos a los hambrientos trabajadores que se arremolinan a su alrededor para comprar su desayuno. Engullen sus burritos en los pocos minutos que les quedan antes de la entrada con un par de buches de café. Los burritos de Toñita son populares por su buen sazón y el tamaño y calidad de sus tortillas y todos en la maquila intentan comprarlos antes de que se agoten, por eso cada día Toñita gana más de lo que la maquila le paga por cuarenta y cinco horas de trabajo. Si Recursos Humanos quisiera, la podrían despedir por realizar “negocios” en la empresa, pero al Gerente también le gustan mucho sus burritos y se hace de la vista gorda.

Cuando suena el timbre de entrada, Toñita guarda la hielera en la cajuela de su carro y corre al área de producción a donde está asignada. Alguno que otro trabajador hambriento todavía la busca esperanzado durante el turno ¿Le quedan burritos Toñita? ¿No le quedará cuando menos uno?

A la hora de salida, Toñita no puede darse el lujo de sentirse cansada o con sueño. Todavía le espera mucho trabajo en casa: la montaña de trastos sucios, cocinar los guisos, hacer las sesenta tortillas, dejar todo listo para el día siguiente, pero se anima, lanza un suspiro y esboza una sonrisa ilusionada al pensar que tal vez algún día pueda poner su puesto de burritos y podrá dejar la maquila, por lo pronto hay que juntar para la renta, los recibos, la gasolina, los uniformes de los niños, la mensualidad de la lavadora...

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