miércoles, octubre 05, 2005

TRES RECUERDOS COLGADOS DE LA NARIZ

UNO
El trabajo de Sandra consistía en doblar y empacar guantes de látex de cirujano durante nueve horas. Una banda transportadora dividía los operadores que doblaban el guante de la mano izquierda de los que doblaban los de la derecha. Puesto que el producto era de aplicación médica, tanto el ambiente como la indumentaria de los trabajadores debía estar perfectamente limpio y por eso Sandra llevaba un uniforme azul proporcionado por la empresa incluida una gorra de tela para mantener el cabello recogido. El maquillaje y la pintura de uñas estaba por supuesto prohibido para prevenir cualquier contaminación de los guantes. El trabajo de Sandra era sencillo pero muy tedioso, pues la operación de tomar el guante izquierdo del contenedor, sacudir el talco excesivo, luego doblar hacia atrás el área de la muñeca y por último colocar el guante doblado en el contenedor de cartón, se repetía miles de veces en el turno. Millones de minúsculas motitas de talco blanco ennubecían el aire cada vez que se doblaba un guante. Al final de la jornada Sandra - y todos los demás- terminaba con toda la cara, incluyendo cejas y pestañas polveadas de talco blanco como si estuviera preparada para actuar en el teatro como fantasma o espíritu del más allá. Pero sobre todo, llevaba siempre el olor del látex colgado a la nariz que no la dejaba ni cuando se había lavado la cara y las manos y se había quitado el uniforme azul.

DOS
Cuando uno pasaba cerca de la fábrica de dulces hasta jalaba el aire para el dulce aroma de los caramelos de todas las clases imaginables que allí se producían, se podría decir que en varios kilómetros a la redonda el olor lo invadía todo. Desde caramelos de menta de esos que tienen forma de bastón y se venden en Navidad, gomitas de naranja y otras que eran de tres sabores y espolvoreadas de azúcar glass, hasta caramelos de chocolate rellenos de cajeta eran solamente algunas entre la gran variedad que esa empresa fabricaba según me contaba mi amiga Ivette. Alguna vez, me llevó una bolsa llena de caramelos que habían sido rechazados por Control de Calidad porque la concentración de sabor canela estaba excedida y los dulces estaban muy picantes, entonces ella contó que tiraron una gran cantidad y algunas bolsas fueron repartidas entre los trabajadores que las quisieron. No era lo mismo pasar por la fábrica y llenarse la nariz del aroma dulce que trabajar nueve horas allí dentro, oliendo el fuerte aroma de los concentrados. Por eso renunció Ivette a la fábrica de dulces y ahora trabaja en otra empresa conmigo. Llegaba con jaqueca a casa todo el tiempo y sólo pensar que al otro día tenía que volver la exasperaba.
TRES
En cuanto pasaba por la puerta de entrada Armando ya sentía el picor en la nariz causado por el olor ácido de los rotores de aluminio pasando por el horno calentado a más de 400 grados Fahrenheit. A pesar de tener potentes extractores, al sacar los rotores calientes para insertar las flechas y luego enfriarlos con agua, el vapor que despedían llenaba toda el área de producción de un olor metálico intenso. Pidió un cambio de área de trabajo alegando dolor de cabeza, pero en la nueva sección a la que fue asignado, las bobinas de los motores eran impregnadas con un barniz y luego pasaban por un horno a 230 grados para curarlo. El olor era menos molesto pero Armando había trabajado veinte años en una empresa de ensamble donde no había procesos de horneado y no había olores en el ambiente. Había sido feliz trabajando en ese lugar pero la empresa se fue de la ciudad y tuvo que buscar empleo nuevamente. No estaba seguro de si era la añoranza o los olores de la nueva compañía lo que lo tenían en ese estado, pero cada mañana que pasaba su tarjeta por el reloj marcador, el olor – que sentía más fuerte a esa hora - lo invadía de tristeza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...Me gusto Cachi. Pero no se como explicar por que. No que tenga. Pero esa descripcion de lo que es el trabajo, los olores, la tristeza de lo que un trabajo de maquiladora es... aunado a saber cual es el salario. A saber todo el tiempo ahi, en ese movimiento mecanico. Los ojos. EL desconsuelo. La vida. Me pregunto Cachi, como seran los momentos felices, porque tiene que haberlos. COmo los creaban, los romances, las otras historias que corren junto a este trabajo tan, bueno, eso que son la maquiladoras. Como matan las maquilas. Como es que no te mataron a ti...me gusta...

Maquila Donna dijo...

Tschka,
Gracias por leer estas historias sencillas sobre cosas y gente de la maquila, donde hay un poco de todo y por supuesto también momentos de alegría. Sin embargo no debemos olvidar que los sistemas de trabajo de una empresa de producción en serie tienen como objetivo obtener el máximo rendimiento de los trabajadores al menor costo posible. Muchas veces este sistema va acompañado de tratos humillantes por lo tanto el ambiente puede ser opresivo y de explotación. Se desprende pues que los sentimientos que imperan no sean de felicidad y alegría -aunque no abundan, los hay también- Esto es lo que yo deseo reflejar en mis historias, los sentimientos de la gente que convive a diario en esos lugares.

Un saludo

Anónimo dijo...

...a ver si puedo explicar: Pienso en esa dinamica-me-levanto-manejo-trabajo-regreso-como-me-duermo-despierto. Uno de los homies estos con los que la revano, me contaba que cuando llego de Colombia (ex-guerrilla el vato)le toco trabajar en una compania donde hacian piezas de no se que fregados, entraba tempra y salia tarde, y solo podia ver el paso del dia por una pequena ventana qu estava a lo alto, casi pegada al techo, lo unico que habia al otro lado era una pared de ladrillo. Un dia le pregunta a uno de sus compas que cuanto tiene ponindole al marro ahi, y la respuesta fue 22 inviernos Nuevoyorkinos.-Fuck-. No se presento al otro dia y le cayo al Oeste, y se hizo cirquero. Que es lo que los mantiene ahi por tanto tiempo. La falta de que. Que se les apaga? quienes son los que se quedan?. Bueno, pues esas respuestas las encuentro en tus historias. Por eso me gustan.