A veces me han preguntado qué de malo le veo a las maquilas. Si proporcionan trabajo y beneficios a los trabajadores. Les dan entrenamiento y en ocasiones, hasta tienen oportunidad de crecer. La respuesta tiene que ver con la economía global: los acuerdos para establecer estas empresas en otros países garantizan que los salarios se mantendrán bastante bajos y las leyes del país se modificarán para permitir a las maquilas el mayor rendimiento en sus operaciones, así como en sus importaciones y exportaciones. Las leyes laborales que deberían proteger a los trabajadores son laxas y violadas frecuentemente. Y cuando encuentran un lugar dónde producir, se van, muchas veces abandonando a los trabajadores sin pagarles. A esto se le llama "violencia estructural del desempleo". Las maquilas no ayudan a mejorar el nivel de pobreza. No hay posibilidades de ahorro para las decenas de miles que trabajan en ellas ganando el salario mínimo. Qué iluminador me resultó este artículo de Jason Hickel: Reconsiderando la ética y ventajas económicas de la explotación del trabajo, en La Gran Época. En él, plantea como solución una nueva economía en la que, en lugar de usar mano de obra de explotación, se incrementen ligeramente los precios sin afectar los beneficios de las empresas. Lo que se necesita es una economía "más humana y democrática". Las maquilas son la solución fácil, injusta e irracional. Hay que cambiarla.
2 comentarios:
En México lo que nos mata es el sub empleo, pues trabajas sin prestaciones y en un descuido puedes terminar esclavizado como aquellas mujeres que salieron en la tele. La única solución sería que nuestro país dejara de ser tercer mundo.
A lo mejor soy un caso aislado. A nosotros, en mi casa, la maquila vino a solucionar la precaria situacion economica en la que viviamos.
Publicar un comentario