Nos reunimos cada mañana a las siete en la sala de juntas. Es una sala grande con una mesa de mármol ovalada. Poco antes, los diez o doce corremos como hormigas alocadas - así como cuando fumigan el hormiguero – con montones de reportes y gráficas inútiles en la mano y leyendo a toda prisa los reportes del día anterior intentando preparar respuestas lógicas para los problemas irresueltos. La pequeña cafetera del rincón no es suficiente para tantas tazas y los que no han terminado de imprimir sus reportes miran con angustia desde lejos cómo el nivel de café va disminuyendo y se resignan a sufrir la junta sin siquiera el consuelo de una taza de café. Poco a poco vamos entrando como actores a la palestra y ocupando nuestro sitio alrededor de la mesa mientras pensamos quién de nosotros será esa mañana el objeto de su ira. Todo sonrisas, el señor Pataleta hace su entrada. Intenta ser gracioso y comenta el partido del fin de semana – la imaginación y el intelecto no dan para más –. Su actitud aparentemente jovial y optimista no revela sus verdaderas intenciones. Luego da una lección a los retrasados cerrando la puerta una vez que ocupa su lugar.
Esta mañana, el señor Pataleta quiere fomentar el compañerismo y antes de empezar, se le ocurre practicar una técnica recién aprendida en un curso de superación Dale Carnegie: todos debemos darnos los buenos días (a pesar de que ya nos habíamos saludado hacía una hora) con un abrazo. La resistencia es notable pero nadie replicamos, somos un manojo de criaturas manipulables dispuestas a hacer el ridículo a cambio del sustento. Después de los abrazos aderezados con forzadas sonrisas, la junta comienza y cada uno presenta el estado de cosas y enumera soluciones probables. Pataleta conmina a los participantes a no limitarse a decir la información, sino a hacerlo con entusiasmo y animación, incluso obliga a repetir el discurso a quienes le parecen apagados, como si se tratara de una clase de oratoria.
El sonriente rostro inicial de Pataleta se va descomponiendo cada vez que se menciona un problema mientras nuestro nivel de tensión va aumentando de manera directamente proporcional a su rabia. Ayer fue porque a una máquina se le rompió una parte y no hubo refacciones; hoy porque no se cumplió el programa de producción; mañana porque los materiales llegarán tarde. Si el problema es muy serio, seremos los testigos aterrados de una transformación Jekyliana y al final de la junta terminará con estrabismo, la boca retorcida, los pelos crispados y poco faltará para que eche chispas por los ojos y espuma por la boca.
Cuando se enoja, que es casi todos los días, la agarra contra uno y no lo suelta, igual que lo hace un perro pit bull con su presa, se le traban las quijadas y la zarandea por horas hasta que se hace necesario que alguien intervenga. Se le van torciendo cada vez más los ojos y los argumentos de tal modo que su víctima desatina a reaccionar coordinadamente. A veces temimos que alguien fuera provocado al límite y devolviera la agresión psicológica con una física, pero no, el poder somete y aniquila aunque provenga de energúmenos como Pataleta. Cuando la junta se acaba todos suspiramos aliviados menos uno: el depositario de su cólera. Sabemos que una vez todos fuera, la puerta se cierra detrás nuestro con Pateleta y su presa dentro. Dios lo agarre confesado.
Ah! Pero a Pataleta no le gusta despedirnos sin lo más importante. Antes nos hace recitar una especie de himno al entusiasmo, también creación Dale-Carnegiana. A mí se me pone la cara roja de vergüenza y a los demás también, pero nadie decimos nada por temor a represalias. A uno de nosotros le corresponde cada mes dirigir la mentada cantaleta que al final termina con un entusiasta brinco ridículo. El mes que me tocó a mí decidí largarme para siempre antes que convertirme en la títere entusiasmada de Pateleta.
3 comentarios:
En todas las empresas hay un señor Pataleta. Yo he conocido varios.
...lo interesante es cuando te topas el Senor Paleta en el Mercado, en el congal, en el dentista, y te mira y puedes ver en sus ojos el desconcierto, la tristeza de que si cabron, tu tambien...
Zka:
Claro, fuera de su círculo de poder Pataleta no es nadie, pierde sus poderes. Es como es porque posee ahora lo que nunca pudo. Posiblemente fue un niño maltratado, despreciado o acomplejado y como jefe se venga de todos.
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