La recesión económica no solamente está diezmando a la clase trabajadora. Los empleados que logran mantener su trabajo también están sufriendo una serie de recortes en los beneficios que no hace muchos años recibían en cualquier planta maquiladora. Los llamados bonos de despensa; bonos por asistencia; seguro de vida; fondo de ahorro; transporte gratuito; préstamos; seguro de gastos médicos mayores; revisiones salariales anuales en base a desempeño y hasta vales para gasolina, éstos últimos principalmente otorgados a empleados administrativos, están desapareciendo de los planes de las empresas para retener y motivar a los trabajadores. Lógicamente, hay una reacción automática a la imprevisibilidad de esta crisis en la economía global, por lo que las medidas para recortar gastos son simplemente naturales. Pero algunas compañías están aprovechando esta situación coyuntural, de la cual desconocemos su grado de profundidad, para evitar aplicar políticas salariales y paquetes de beneficios justos para sus trabajadores. La certeza de que la oferta supera la demanda de mano de obra y el temor de la pérdida de las fuentes de trabajo por parte de los trabajadores es la señal que algunos esperaban para pagar no más que el salario mínimo obligado por ley, que como es bien sabido, mantiene en la pobreza extrema a la mitad del país.
Con estas decisiones, se agrava tremendamente la crisis y se condena a los trabajadores a un porvenir devastador. La lista de consecuencias es fácilmente imaginable: exceso de horas extraordinarias (olvídense de las 9 horas extras por semana permitidas por la Ley Federal del Trabajo) para compensar la falta de recursos y el consiguiente riesgo en la salud del trabajador; riesgo en la seguridad del trabajador al no tener transporte a sus hogares; pérdida del valor adquisitivo, el cual tiene un rezago de varias décadas, por mencionar solo unas cuantas y en fin, todo redunda en una seria dificultad para la supervivencia de los obreros que ahora se convierten en carne de cañón, en mano de obra barata.
Habría que recordarles a estas empresas sin principios que las crisis pueden desatar consecuencias trascendentales si las medidas que se adoptan para superarlas son asimétricas y violentan los derechos primordiales del hombre.