Olegaria dejó las montañas y los ríos de su natal Oaxaca para venir a la frontera. Allá "donde Dios puso todos los cerros y montañas que le sobraron después de que formó el mundo"* quedó el verdor invadido por la niebla y el canto de los pájaros. Guardó la fragancia de las plantas y los murmullos de las madrugadas en las oquedades de su recuerdo y se vino al desierto del Norte chihuahuense, con un solo río sin agua. Llegó aquí donde una nata de humo de color impreciso siempre cubre como un castigo el cielo y aplasta las casas y los coches. Aquí donde el combustible quemado esparce sus venenos y su olor nos escuece la nariz y la garganta.
El padre de Olegaria se fue a Estados Unidos pero pronto fue deportado y ya la familia estaba en Ciudad Juárez, así que se puso a trabajar en una maquiladora de Ciudad Juárez.
Olegaria es una muchacha tímida. Habla zapoteco además de español, pero sus amigos se ríen de su acento cuando la escuchan hablar. En Juárez nadie habla zapoteco, no como en Oaxaca donde setecientas ochenta y cinco mil personas hablan ese idioma milenario.
Aunque estudia la preparatoria y sólo tiene dieciocho años, tiene que ayudar con el gasto familiar, por eso empezó a trabajar en una planta maquiladora como su padre. Ella no quiere que sus compañeros critiquen su acento ni sus rasgos indígenas, todo lo que desea es ser como ellos, ganar dinero, divertirse, olvidarse del zapoteco y de la pobreza de Oaxaca.
El padre de Olegaria se fue a Estados Unidos pero pronto fue deportado y ya la familia estaba en Ciudad Juárez, así que se puso a trabajar en una maquiladora de Ciudad Juárez.
Olegaria es una muchacha tímida. Habla zapoteco además de español, pero sus amigos se ríen de su acento cuando la escuchan hablar. En Juárez nadie habla zapoteco, no como en Oaxaca donde setecientas ochenta y cinco mil personas hablan ese idioma milenario.
Aunque estudia la preparatoria y sólo tiene dieciocho años, tiene que ayudar con el gasto familiar, por eso empezó a trabajar en una planta maquiladora como su padre. Ella no quiere que sus compañeros critiquen su acento ni sus rasgos indígenas, todo lo que desea es ser como ellos, ganar dinero, divertirse, olvidarse del zapoteco y de la pobreza de Oaxaca.
La última vez que la vi tenía el pelo teñido de rubio.
*Frase atribuida al franciscano Francisco de Ajofrín , en 1763
El traje regional que lleva esta muchacha tan linda es representativo de la mujer zapoteca del Istmo. La encontré aquí.
7 comentarios:
Una historia real que denota la diga lucha por las raíces que dejaron los antepasados frente a la cruda realidad de la modernidad teñida del consumismo, el egoísmo y las apariencias. Buen blog lleno de estupendos comentarios.
Felicidades por tu blog, es valiente, es concreto, es de lucha. Los comentarios son de mucha justicia.
Sigue en esta inteción, seguramente mas gente nos agregaremos...
Oye, si es cierto, ¿Por qué las mujeres, sobre todo las que alguna vez abrigaron la esperanza de cumplir o cumplieron el “sueño americano,” se tiñen el pelo de rubio?
Buen fin de semana y cuídate.
Besos
bello relato. te dejo un abrazo.
Bueno, puedo comprenderlo de Olegaria. Seria su forma de manifestar su deseo de integrarse y reaccionar ante la presión y la discriminación.
Un gran saludo!
bonito tu relato me gusta la forma en que describes esta historia tan repetida en esta frontera, aunque sea una triste realidad.
Publicar un comentario