A la altura de las nubes en aeroplano por los cielos del país de las barras y las estrellas un mexicano puede mirar hacia abajo y comparar - amén de admirar la belleza natural de su geografía - con mirada objetiva, las enormes diferencias en las urbes de uno y otro país. Cierto es que la dimensión de la brecha económica es tan grande, que uno no puede sino concluir casi de inmediato que las diferencias estriban en el dinero que uno tiene a manos llenas y el otro a manos vacías. Al acercarse a las ciudades grandes o pequeñas para el aterrizaje, asombra la cuidada planeación que por fuerza hubo antes de iniciar la construcción de las áreas residenciales; las previsiones en relación a la localización de áreas verdes - importantísimas en las grandes urbes donde la contaminación es un mal necesario - y de esparcimiento, y el trazado inteligente de las rutas de tráfico vehicular. Si además es de noche, se puede observar que la falta de iluminación no es un problema, cuando en nuestra tierra es causa de inseguridad, uno de nuestros graves males.
Al volar sin embargo por nuestro país, y a pesar de emocionarnos con la majestuosidad de nuestros volcanes y paisajes maravillosos, no puede dejar de darnos pena el estado que guardan nuestras urbanizaciones donde la falta de planeación es lo que las caracteriza. Casas en lomas y barrancos y colonias laberínticas y desorganizadas. (Aun algunos conglomerados de INFONAVIT se encuentran en ruinas y para nadie es extraña la falta de estacionamientos y lo angosto de las calles en algunos)
Al regresar a El Paso después de un vuelo por los Estados Unidos de noche, destaca Juárez por su oscuridad. Y si es de día, la ausencia de áreas verde coloca a una de las principales ciudades de la República en la categoría de gran pueblo del Oeste polvoriento y seco. Y cada casucha de cartón hacinada en la periferia nos grita a la cara una culpabilidad creciente. Nuestro gobierno conoce bien las causas de esta desolación: la instalación en masa de las maquiladoras hace 36 años instigó una migración desordenada para la que no estábamos preparados en esta ciudad, pero ya hubo tiempo de hacer cambios para poner remedios que no se ven aun. Nuestros alcaldes y gobernantes en Chihuahua que de seguro han volado también, nada han hecho con miras a hacer mejoras a la ciudad (deberían las recientes obras de nuestro gobernante saliente mencionarse como mejoras?)
La maquila me ha enviado a volar con frecuencia por los Estados Unidos y eso me permite anhelar cada vez con más fuerza un México mejor. De sobra sé que no tendré una casita con su pequeña piscina azul, ni un árbol muy verde en un jardín frontal, y que cada vez que vuelva a Juárez el polvo del desierto más triste de México golpeará mi rostro como para recordarme que no será así.
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